Hay algo profundamente tranquilizador en toda frase que comienza con “hayque”. No importa si hayque vincularnos con otros movimientos sociales, si hayque reorganizar la cocina o si hayque hacer de la Revolución algo divertido. Si hay algo de lo que uno puede estar seguro cuando escucha esta fórmula en asamblea es que, siga lo que siga, jamás va a ocurrir. Son frases pertenecientes a una particular subcategoría gramatical: el imperativo imposible.
Los hayques pueden clasificarse en dos tipos según sus efectos en la discusión. El primero, patrimonio de los filósofos del sentido común, es el máximo detonador de aplausos: puesto que todos tenemos una idea aproximada de lo que hayque hacer, basta con explicitarla en público para obtener contundentes muestras de aprobación. Así, hayque actuar coordinadamente, hayque apropiarse creativamente del espacio público y hayque despertar conciencias. El segundo, especialidad de los opinadores compulsivos, es altamente eficaz para desatar polémica. Ocurre cuando un individuo cree que hayque lo que otros creen que nohayque, o bien cuando dos consideran que hayque distinto. Por ejemplo, uno opina que hayque multiplicar las actividades culturales y otro es de la idea de que nohayque, pues considera que hayque dar a la ocupación de la plaza un tinte más explícitamente político. No faltará el meta-polemista que apunte que hayque discutir lo que hayque discutir, y así sucesivamente.
Si bien los hayque son lo suficientemente diversos como para admitir múltiples sistemas clasificatorios, forzoso es reconocer que comparten un rasgo esencial: son formas maravillosamente impersonales, arquetipos gramaticales de la inacción en las que el sujeto no existe. O tal vez sí, pero vaya que se hace güey.
[Lo consignado en esta columna no refleja necesariamente la posición de la totalidad de los integrantes del GTX-ININ, mas sí su voluntad de abrir la discusión y dejar memoria escrita de la experiencia en la movilización]
Un poco local...
ResponderEliminarLocal sí, pero cumple precisamente la función de sentar memoria de la movilización y ponerla bajo el reflector. Viví los hayques en carne viva, en asambleas y a lo largo de mi vida; nos alejan del protagonismo que somos para el caso. Está es una reflexión que es difícil sembrar si no es en la intimidad pues su consecuencia última, la repersonalización de la acción, que es uno de los ejes propositivos del movimiento, involucra la articulación de dinámicas de acción efectivas e inmediatas, voluntad creadora y conciencia política. Los hayques son un síntoma de lo que esperamos cambiar en la dinámica social e individual.
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