Ahora que llega a su fin el proyecto de campamento de Ocupa Coyoacán, conocido como la Acampada Sur, es imposible no reflexionar sobre su principio. ¿Cómo llegamos ahí? ¿Por qué llegamos ahí? ¿Qué nos hizo quedarnos?
Acampada Sur representaba una hoja en blanco, sobre la que podíamos dibujar una nueva cotidianeidad. Una oportunidad de jugar con las utopías con las que hemos soñado. Llegamos a la plaza pública y entre tiendas de campaña, bibliotecas al aire libre, cocina, asambleas, noches frías y risas, íbamos a sumarnos a la transformación del mundo, que han emprendido numerosas personas en diversas latitudes del planeta.
Diseñamos, imaginamos y construimos de forma colectiva las pautas de acción e interacción. Convencidos de la necesidad de horizontalidad en la relaciones y toma de decisiones, resolvimos organizarnos alrededor de una asamblea abierta e incluyente. Hartos de las decisiones de pequeñas mayorías, rechazamos el voto como método resolutivo y acordamos que la construcción de consensos era la forma de llegar a acuerdos. Acogimos el altercambio en respuesta al perverso dominio del dinero en la relaciones de intercambio de bienes y saberes. Mantuvimos discusiones políticas, talleres artísticos y actividades lúdicas y culturales en la plaza pública, asumiendo ésta como un espacio donde la sociedad puede construir su felicidad de forma colectiva.
Un gran número de personas, muy distintas entre sí, nos enamoramos de la Acampada Sur y vertimos en ella nuestro tiempo y nuestras esperanzas. La Acampada representaba la libertad de inventar, día a día, las formas de relacionarnos entre nosotros, sin pesados dogmas ni estigmas que nos marcan y alejan e impiden el diálogo franco y la construcción colectiva de nuevas realidades.
Hasta dónde avanzamos en esta construcción es una tarea que queda pendiente para otro momento, aquel en el que habrá que preguntarse por qué ya no estamos.
Gertrudis Taro Xoconoztle
[Lo consignado en esta columna no refleja necesariamente la posición de la totalidad de los integrantes del GTX-ININ, mas sí su voluntad de abrir la discusión y dejar memoria escrita de la experiencia en la movilización]
Una mujer que amé me cautivó contándome una fantasía: presenciar un asesinato, testificar y participar de un programa de reubicación de testigos. Empezar una vida nueva en un lugar nuevo con gente nueva y miradas nuevas que no le prescribieran su viejo yo, que no le reclamaran sus cambios argumentando que creían conocerla o que ella era o no era de tal o cual manera. Luego repetir el proceso. Vivir su vida en un cuaderno en blanco cuyas hojas pudiera ir arrancando a voluntad. La idea de una persona buscando desesperadamente un crimen que le permitiera cambiar de personalidad es extremadamente sugerente: de hecho, al presenciar el homicidio de alguien más se estaría matando a sí misma, lo cual la volvería una suerte de suicida múltiple. En cualquier caso, por más intensa que esta fantasía sea, tiene problemas al estrellarse con la realidad: no creo que haya hojas realmente en blanco. Incluso en el raro caso de que no hayan sido usadas, traen cuadritos, pentagramas o rayas para guiar la escritura. En el más extremo de los casos, traen la limitación de su tamaño y con ella la certeza de que sólo un número finito de cosas puede entrar en ella. La pregunta podría ser entonces qué hicimos con nuestra hoja, sobre todo a partir del punto en que descubrimos sus límites y fue imperativo comenzar a tomar decisiones.
ResponderEliminarJusto sobre lo que tenemos que reflexionar es sobre esos límites que creemos fijos, eternos y hasta necesarios. Cuando nos damos cuenta que compramos un cuaderno que ya viene con cuadrícula o en pentagrama -para seguir con la analogía- cabría preguntarnos por qué no inventarnos, con nuestras herramientas, un nuevo cuaderno: que no sea cuadrado, que no esté unido o que no sea de papel.
ResponderEliminarSiempre habrá reminiscencias del anterior, pero es ese ejercicio constante de auto-crítica y reinvención al que le tiramos -o al menos yo- día con día.
Estoy de acuerdo contigo, el cambio es algo que caracteriza al ser humano y al Universo entero en realidad. Yo creo que por medio de ejercicios de expresión común tan bellos como lo fue la Acampada Sur, podemos "educar" esta capacidad de cambio y orientarle hacia la armonía común y la paz.
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